Para empezar, digamos quién fue Peter Carter.
Ok. Si conocen a Roger Federer y ponderan su carácter que combinaba competitividad extrema y equilibrio emocional fuera de serie, vayan sabiendo que el responsable de esa alquimia fue un discreto jugador profesional australiano que, en los años '80 se cansó de perder partidos y, ya volcado a la función de entrenador, en los primeros '90 tuvo a su cargo a un grupete de menores, en el club Old Boys de Basilea (Suiza) donde se deslumbró con el talento de un tal Roger Federer, de 9 años de edad, que hasta entonces pertenecia al grupo del entrenador checo Seppli Kacovsky.
El muchacho era díscolo y poco afecto a los entrenamientos, pero eso no hizo mella en la consideración de Carter, que mantuvo un vínculo que iba más allá de lo tenístico.
Lo tuvo unos 4 años, en que pulió su técnica y su mentalidad.
Mientras tanto, en Australia, Darren Cahill, amigo de Carter vivía una situación similar con otro fenómeno precoz: Lleyton Hewitt.
Carter tuvo que separarse de Roger Federer, cuando éste fue derivado por la Federación suiza al campus de Ecublens, en la parte mas francesa de la Helvetia (Lausanne)
Ya convertido en profesional, Federer tuvo que elegir un entrenador con mayor experiencia y se decidió por Peter Lundgren, sueco, que ya había acompañado a Marcelo Rios en su camino a la cima.
Pese a ello, la relación con su querido entrenador australiano, no sufrió en absoluto ningún cambio. De hecho, Carter fue designado Capitán del equipo Suizo de Copa Davis.
Llegó el final: El 1 de agosto de 2002, en un viaje de luna de miel donde Peter Carter decide irse con su mujer a Sudáfrica. Un accidente de tráfico acabó con su vida con tan solo 37 años. Fue la primera vez que Roger perdía a alguien, una noticia que nadie se atrevió a darle en Montreal, donde se encontraba jugando. Cuando se enteró, dicen que salió corriendo de la habitación, buscando la soledad, intentando comprender por qué la vida te golpea así de fuerte sin esperarlo. Los próximos meses fueron especialmente duros, incluido un funeral en el que Federer no paró de llorar. Darren Cahill, presente en el acto, se le acercó en un momento delicado para tocarle en lo más profundo: “LO ÚNICO QUE PUEDES HACER AHORA ES NO FALLARLE”.
Es aquí donde reside el secreto de la figura de Peter Carter, el significado de su pérdida traducida en una trayectoria sublime durante casi veinte años. El Roger Federer que conocimos, quizá nunca hubiese sido posible
Lo que sí sabemos es que en julio de 2003, cuando se tira al suelo tras ganar su primer Wimbledon con 21 años, las lágrimas en su rostro tienen nombre y apellido. Desde aquel momento, el suizo puso todo su tenis, su alma y corazón al servicio de una consigna casi secreta, honrar con gloria a su amado mentor.
Evaristo Pescadas Traful.

