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Confesión de Pasión: Cap. N° 11 - Mi identidad de Profe estaba en el canasto.

Publicado: Sab, 14 May 2022, 01:02
por LicPescadasTraful
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Confesión de Pasión: Cap. N° 11 - MI IDENTIDAD DE PROFE ESTABA EN EL CANASTO.

Ejercite su mente. Tómelo como una introducción a la literatura, si le resulta muy largo de leer.
Tengo hoy 63 años y calculo que hace unos 15 que di mis últimas clases de tenis.
Recuerdo que, al re-instalarme en Tigre, mi ciudad natal, ya separado de mi primera esposa y luego de 18 años de vivir en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, percibí que podía avanzar hacia mi sueño de volver a sentirme Profesor de Tenis.
Los vaivenes de la economía me habían obligado a diversificar y hasta interrumpir en forma esporádica esta profesión mientras nutría mi experiencia de vida trabajando en cosas tan disímiles como operario y chofer de vidriero, taxista suplente, remisero de aeropuerto, vendedor de insumos para tenis, encordador y mi actual oficio de "marquero".
Ya tenía 23 años de ejercicio en la profesión, pero sabía que me faltaba algo para despedirme decorosamente.
Estaba solo y suelto. Nadie me podía detener y salí a buscar canchas de tenis en una zona de la periferia tigrense que me interesaba mucho: la localidad de Benavidez.
Sobre la ruta N°27 recordaba unas canchas ( 3, de polvo de ladrillo) que durante mucho tiempo habían sido regenteadas por mi amigo Pocho Games y Estanislao Dulko (Padre de la ex-tenista argentina Gisella Dulko) y que en ese momento estaban en poder de Roberto Molina, apodado "El Indio".
Me apersoné en el lugar y le comenté a Molina mi intención de trabajar en las clases.
Para mi sorpresa, descubrí que el lugar había dejado de ofrecer servicio de canchas para alquiler. A una de ellas que estaba activa y en muy mal estado, las usaba el "Indio" para jugar con amigos los fines de semana. A las otras dos, les crecieron los yuyos hasta una altura de aproximadamente un metro con veinte centímetros.
A mi propuesta, el inefable Sr. Molina respondió: "_Si te animás a arreglar esas dos canchas, yo me vuelvo a meter en el negocio del tenis".
Así fue como, con alguna ayuda de un peón del lugar comencé "a pico y pala" con la restauración de aquellas 2 canchas en ruinas hasta dejarlas en condiciones dignas de ser aranceladas para alquiler por hora.
Molina se fue entusiasmando con la resurrección de su predio y avanzó con mejoras en la edificación y los servicios para los nuevos clientes.
Durante un tiempo sentí que lo había logrado. Creo que fueron unos tres años. Tuve mis alumnos. Mi visión sobre las ejecuciones del tenis vistas desde afuera hacia adentro se convirtieron nuevamente en realidad y recuperé mi identidad: Soy profesor de tenis y, aunque esa historia en la ruta a Benavidez llegó a su final, me quedó la marca en el alma y un digno broche para una carrera que atendí entre los años 1978 y 2007.
Al dejar las clases, la organización de torneos y el mantenimiento de las canchas se produjo un nuevo "vacío" y renació la vocación primigenia: JUGAR TENIS.
Fueron décadas de ocuparme del tenis de los demás. Cuando era casado no iba a torturar a mi familia con programas de tenis, ni competitivo ni por placer. Luego no tenía porqué justificar ese tipo de mesura, pero me pasaba los fines de semana en las canchas. No podía ser ...todavía no podía ser.
Yo me formé como un "bicho de club" y de esto ya he contado la historia en esta misma saga, pero solo al volver a quedar "libre" pude pensar en asociarme a un club.
Estando en la ciudad de Tigre, elegí el mejor club de tenis: L'Aviron, donde nació el tenis de José Luis Clerc (llegó a ser N°4 del mundo) y cuna de mi amigo y entrenador desarrollador de tenistas profesionales Fabián Blengino.
Ahora juego como "socio usuario" y tengo amigos con los que programo prácticas regulares los martes, jueves y algún que otro domingo.
Pero aquí viene, entonces, el motivo del título de este capítulo: Mi identidad de Profe estaba en el canasto.
Con mis amigos hemos dado forma a un grupo consistente que practica desde el formato del "peloteo", evitando el partido y concentrándonos permanentemente en el pulimento de nuestros viejos recursos. Somos cuatro "estables" y, aunque se suman algunos circunstanciales, todos somos "mayores de sesenta que queremos vernos jugar como cuando teníamos veinticinco". Si vamos por un sueño, que sea grande.
Me encargo personalmente de hacer las reservas de cancha, comprar y cuidar nuestro lote de pelotas a granel.
Practicamos, a veces en dos canchas con 20 bolas que, desparramadas por todo el court, dan la sensación de que en ese lugar hay un profesor. Y, como mi experiencia personal me pone, muchas veces, solo en uno de los lados con la mano izquierda sosteniendo cinco pelotas a la vez mientras juego, suelo ser yo quien se lleva las miradas y los cuchicheos posteriores.
En el club ya andan diciendo que "tengo una academia". O me llaman "Profe". O me preguntan por alguno de mis "alumnos". Me río mucho con eso. No saben lo feliz que me hacen.
Yo nunca dejé de ser profesor, y aunque en mi grupo todos opinamos sobre técnica de tenis, lo hacemos desde un mismo plano jerárquico. Nos estimulamos y ayudamos entre todos.
Ahora, bien...Sucedió hace unos días que mis vecinos tenían una fiesta en su casa y no sabían que hacer con sus gatos. Sabiendo que en mi casa también hay dos gatos me pidieron si tenía alguna jaula de esas que se usan para llevar a la mascota al veterinario. Verdaderamente, no tenía eso que me pedían, pero me acordé de mi viejo canasto de Profesor y lo fui a buscar al consabido "galponcito del fondo".
Finalmente se lo veía limitado para tal menester. No tuve que prestarlo, pero la diligencia me llevó a tenerlo nuevamente en mis manos. ¡Qué maravilla!
Solo quienes hayan trabajado en esto y lo hayan dejado por mucho tiempo podrán valorar esta sensación. Y se que me expongo a cierto nivel de ridículo, pero debo decir que disfruté del clásico ruido de sus patas plegables al encastrar con el cuerpo casi cúbico de mi fiel amigo de hierro.
Recordé los momento de iniciación de mis clases llevando el canasto al sitio apropiado de la cancha de la misma forma que cuando un conquistador caminaba desde la playa hasta tierra firme y clavaba su espada en señal de dominación.
También los momentos de final de jornada, con la mano izquierda tomándolo desde sus bordes y levantándolo del suelo sin aún separar sus patas para juntarlas arriba y enganchar con el hombro derecho. Ahí estaba el Profe.
Los "superhéroes" tienen máscara y atuendo. Nosotros tenemos el canasto.
Jamás usaba el sistema de "pisado" para la recolección porque siempre llevé grabada la indicación de uno de mis directores, el "tano" Liscio Sorgente, sobre la prolongación de la vida útil del paño de las pelotas, y del mismo canasto, evitando el constante roce forzado de las esféricas entre los barrotes del fondo.
En las heladas mañanas de invierno se usaba tener a mano un guante para la mano no-hábil que debía manejarlo. Era recomendable no dejar que se cubra de óxido y evitar hacerle reparaciones caseras con alambre, por la mala imagen que proyectaba en el alumnado.
Los mas prolijos los mandaban a pintar "a fuego" para que quede mas que bonito y todos, absolutamente todos los profesores amantes de nuestro trabajo (porque de los otros también hay) le debemos un recuerdo amoroso a nuestros canastos.
Porqué? Es difícil de describir, pero digámoslo así: Quien haya dejado las clases de tenis después de haber amado esta profesión, sabrá lo que estoy diciendo. Y a quienes todavía no les ha ocurrido, los espero con un cafe con leche y medialunas en el buffet del club, después de sus respectivas vivencias.
Evaristo Pescadas Traful


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