Confesión de Pasión: Cap. N°9 : A MI, ME TRAJO LA BELLEZA

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LicPescadasTraful
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Confesión de Pasión: Cap. N°9 : A MI, ME TRAJO LA BELLEZA

Mensaje por LicPescadasTraful » Lun, 24 May 2021, 15:33

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– CAPÍTULO N. 9

A MI ME TRAJO LA BELLEZA - Le voy avisando que es largo. Después no me venga con cosas...

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Cada uno sabe exactamente cual fue el factor del atractivo principal que lo llevó a jugar tenis y transformarlo en una forma de vida. Conozco amigos y colegas cuya inspiración mayor era la competencia; el hacerlo cada vez más eficientemente y vencer los obstáculos técnicos, físicos y mentales para ser "ganadores frecuentes".
Otros, y esto créanme que es verídico, han tenido el tenis como quien tiene un mal hereditario. Se encontraron desde chicos rodeados de tenis y, como quien no tiene un camino alternativo, transitaron tanto una misma senda que terminaron conociéndola como nadie y, hasta en algunos casos, amándola.
Tal como adelanté, a mi me trajo la belleza de este deporte desde sus reglas y sus códigos hasta la elegancia de sus formas y la estética de su universo.
Mi padre fue trabajador rural y las vueltas de la vida lo hicieron carpintero y luego vidriero. Nada de deporte en su juventud. Pero de su evolución social nació mi tenis.
Cuando comencé a jugar tenía 10 años y el brillo de una raqueta de madera recién estrenada era comparable a portar un Santo Grial. Los distintos tonos de la madera, en combinación con el inevitable reflejo del barniz en una raqueta “cero kilómetro” era insuperable. El día del estreno era muy difícil jugar mal. Se usaban fundas que cubrían solamente el aro, se llevaban en la mano y se protegían con unas prensas que cada uno tenía en el locker personal o en su casa. Las pelotas eran blancas y las mejores marcas importadas venían en tubos de hojalata que incluían una pequeña llavecita para generar su apertura “enrulando” una banda del metal.
Los tenistas solían ser gente de buenos modales (o disimulaban muy bien) que vestían todo en color blanco, con los clásicos sweaters con el escote en "V" y guardas francesas.
Los pantalones cortos, eran una versión segada de un buen pantalón largo; sin presillas pero con los bolsillos a los lados. Muy distintos a los pantalones para fútbol, que no tenían dónde meter las manos.
Las mejores zapatillas de ese momento venían con suela de goma crëpe y se usaban con medias blancas que remataban en guardas de color.
Volveré, mas adelante, al tema de la estética. Ahora quiero centrarme en lo fascinante de la técnica.
Aquel que ostentara una técnica correcta y elegante, sería inmediatamente reconocido y diferenciado de aquellos otros que provenían de otros deportes afines, como podría ser el caso de los infaltables "paleteros".
Se jugaba bastante “plano” pero para mis ojos ignorantes había “algo especial en el vuelo de la pelota de los que jugaban bien”: Eran movimientos muy económicos. No guardaban relación con lo forzoso de otros exponentes básicos y se notaba claramente en sus rostros al ejecutar. No había tensión.
En cambio, esos otros jugadores, a mi entender obsesionados en seguir haciéndolo mal, descargarían stress mientras ejercitaban su cuerpo, pero jamás lo disfrutarían a pleno. No poseían la higiene de hacer ajustes, “splitear”, volver hacia el centro con pasos laterales, usar bien los apoyos, contrapesar con el brazo opuesto y tantos otros hábitos que vinculan al tenis con la más armónica de las danzas. Y ni hablar del revés con slice! : Los “domingueros”, “empujapelotas”, o como quieran llamarles improvisaban unos movimientos más cercanos al uso de un machete o un hacha de mano que resultaba, casi siempre, en tiros cortos que quedaban en la red o en ridículos “semiglobos”.
A los jugadores “pulidos” les planeaba la pelota en forma mas o menos recta hasta bien cerca del fleje de fondo y el característico sonido de esos impactos sonaba como música entre el natural silencio sugerido por los códigos de etiqueta del tenis, hoy casi olvidados.
El saque de los jugadores con escuela tenía un desarrollo muy interesante. Sacrificaban simpleza pero ganaban en poder. Toda esa voltereta que sucedía detrás de la cabeza, con brazo, antebrazo y raqueta era por lejos más eficiente que la versión patética del solo arrojar la bola y pegarle de atrás para adelante.
Como ya he dicho en esta misma saga, los chicos experimentan la observación, luego la admiración y finalmente la pretensión (querer tener eso que admiró).
No puedo pasar por alto un detalle estético que me cautivaba: Las mujeres, y también algunos muchachos que usaban el cabello bien largo, sumaban un elemento adicional a la belleza del tenis con el movimiento acompasado de sus melenas. Sobre todo si se trataba de gente de pelo lacio que, en la inercia de una salida a capturar una volea, por ejemplo, parecía desplegarse como una bandera que se mueve de un lado a otro con energía. Lo vi en Illie Nastase, que ya tenía suficiente belleza en su tenis como para que me ande fijando en su pelo. También en Jimmy Connors, y en muchos jugadores no tan conocidos por todos, como el caso de Alejandro Gattiker o Billy Czerner . Como mi cabello no era lo suficientemente lacio, muchas veces me lo dejaba largo y lo mojaba antes de jugar. Qué locura tenía, por Dios ¡!
Se incorporaban al lenguaje, términos de raíz gringa como "let", "deuce", "out", "drive", "drop" y "passing shot".
Terminada la práctica, no era raro ver a los mismos tipos con la "toalla al cuello", en la confitería del club jugando una partida de ajedrez, mientras tomaban un te liviano o una jarra de limonada con hielo y una medida de granadina esperando en cada vaso.
El tenis es bello. Cuanto mejor jugado, más bello es. ¿Somos conscientes de lo importante que fue la belleza del tenis en nuestra decisión de adoptarlo? Muchos, nos hemos formado como tenistas en clubes donde había solo unos pocos que tenían incorporada la destreza y el conocimiento de las mejores ejecuciones. A ellos quizá le debamos nuestro interés por hacerlo mejor. Por hacerlo más armónico. Por hacerlo más bello.

Evaristo Pescadas Traful
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